Luke 3:15-16, 21-22 A reading from the holy Gospel according to Luke The people were filled with expectation, and all were asking in their hearts whether John might be the Christ. John answered them all, saying, ”I am baptizing you with water, but one mightier than I is coming. I am not wor-thy to loosen the thongs of his sandals. He will baptize you with the Holy Spirit and fire.” After all the people had been baptized and Jesus also had been baptized and was praying, heaven was opened and the Holy Spirit descended upon him in bodily form like a dove. And a voice came from heaven, ”You are my beloved Son; with you I am well pleased.”
The Gospel of the Lord.
HOMILY “The people were filled with expectation.” ~ Luke 3:15
Luke tells us in today’s Gospel that at the time of the Lord’s baptism, which, by the way, marks the beginning of his public ministry, “the people were filled with expectation.” There are two reasons for this. First, according to the Book of Daniel, the time was ripe for the arrival of the promised Messiah and King, who would restore the former greatness of Israel. The Jewish leaders at that time did not all agree about the actual characteristics that the Messiah would have, but still, there was a growing sense that the time had now come for God to make good on his promise. Second, no prophet had arisen in Israel in over four hundred years. That’s how long God had been silent. So when John the Baptist came onto the scene, the people knew that something big was about to happen.
The prophecy of Daniel and the preaching of John were clear and dramatic signs that pointed directly to Jesus. Even so, only a handful of people would really believe in him. The majority just walked away, and some even handed him over to be crucified. Why? The answer is found in the word “expectation.” Israel was expecting a political Messiah who would kick out the Romans and reestablish the Davidic Kingdom. Instead, God sent them a spiritual Messiah who would kick out the devil and reestablish his Kingdom. How wrong they were! But before we judge them too harshly, we have to ask ourselves, “Are we any different?” Don’t we easily fall into the same trap? We know exactly what we need or want, but God sends us something else, and we resent it. But if Jesus is truly the promised Messiah, why would we expect him to do things our way, or to adjust to our schedules? Is it possible that he knows what’s best for us? God often acts in unexpected ways, so it’s important for us to adjust our expectations. And if we aren’t humble and flexible, we’ll miss out on his grace. That’s exactly what the devil wants. He’s gambling on us always to question God’s perfect plan for our lives.
How can we avoid falling into the devil’s trap? The answer is simple: The Church’s most effective reminder that God’s ways are not our ways can be seen every time we meditate on the crucifix. It’s no coincidence that every Catholic Church is required to have a crucifix visible on or near the altar. It’s no accident that the crucifix is universally recognized as the central image of the Catholic faith and a powerful reminder that God’s plan for us will always manifest itself in mysterious, unexpected ways. Who would have thought that our Messiah would redeem the world by being crucified? What lesson can we take with us from today’s celebration? Here it is: If you want to stay close to God and are ready to recognize and welcome his plan for your life, there’s no better way than to keep the crucifix always in your sight. Just as the Lord’s public ministry began with his baptism, so too, your life in Christ began at your baptism. And just as he accomplished your salvation on the Cross, so too, will your salvation be secure by clinging to that same Cross.
Lucas 3, 15-16. 21-22 Lectura del santo Evangelio según san Lucas
En aquel tiempo, como el pueblo estaba en expectación y todos pensaban que quizá Juan el Bautista era el Mes-ías, Juan los sacó de dudas, diciéndoles: “Es cierto que yo bautizo con agua, pero ya viene otro más poderoso que yo, a quien no merezco desatarle las correas de sus sandalias. Él los bautizará con el Espíritu Santo y con fuego”. Sucedió que entre la gente que se bautizaba, también Je-sús fue bautizado. Mientras éste oraba, se abrió el cielo y el Espíritu Santo bajó sobre él en forma sensible, como de una paloma, y del cielo llegó una voz que decía: “Tú eres mi Hijo, el predilecto; en ti me complazco”. Palabra del Señor.
HOMILÍA “El pueblo estaba en expectación.” ~ Lucas 3, 15
Lucas nos dice en el Evangelio de hoy que en el momento del bautismo del Señor, que, por cierto, marca el comienzo de su ministerio público, “el pueblo estaba en expectación”. Hay dos razones para esto. Primero, según el Libro de Daniel, el momento estaba maduro para la llegada del Mesías y el Rey prometidos, quienes restaurarían la grandeza anterior de Israel. Los líderes judíos en ese momento no estaban todos de acuerdo con las características reales que tendría el Mesías, pero aún así, había un sentido creciente de que ahora había llegado el momento de que Dios cumpliera su promesa. Segundo, ningún profeta había surgido en Israel en más de cuatrocientos años. Ese es el tiempo que Dios ha estado en silencio. Entonces, cuando Juan el Bautista apareció en escena, la gente sabía que algo grande estaba por suceder.
La profecía de Daniel y la predicación de Juan fueron signos claros y dramáticos que apuntaban directamente a Jesús. Aun así, solo un puñado de personas realmente creerían en él. La mayoría simplemente se alejó, y algunos incluso lo entregaron para que lo crucificaran. ¿Por qué? La respuesta se encuentra en la palabra “expectativa”. Israel esperaba un Mesías político que echaría a los romanos y reestablecería el Reino Davídico. En cambio, Dios les envió un Mesías espiritual que echaría al demonio y restablecería su Reino. ¡Qué equivocados estaban! Pero antes de juzgarlos con dureza, debemos preguntarnos: “¿Somos diferentes?” ¿No caemos fácilmente en la misma trampa? Sabemos exactamente lo que necesitamos o queremos, pero Dios nos envía algo más, y nos resentimos. Pero si Jesús es verdaderamente el Mesías prometido, ¿por qué esperaríamos que él hiciera las cosas a nuestra manera o que se ajustara a nuestros horarios? ¿Es posible que él sepa lo que es mejor para nosotros? Dios a menudo actúa de maneras inesperadas, por lo que es importante para nosotros ajustar nuestras expectativas. Y si no somos humildes y flexibles, perderemos su gracia. Eso es exactamente lo que quiere el diablo. Nos juega siempre para cuestionar el plan perfecto de Dios para nuestras vidas.
¿Cómo podemos evitar caer en la trampa del diablo? La respuesta es simple: el recordatorio más eficaz de la Iglesia de que los caminos de Dios no son nuestros puede verse cada vez que meditamos en el crucifijo. No es una coincidencia que se requiera que cada iglesia católica tenga un crucifijo visible en o cerca del altar. No es casualidad que el crucifijo sea reconocido universalmente como la imagen central de la fe católica y un poderoso recordatorio de que el plan de Dios para nosotros siempre se manifestará de maneras misteriosas e inesperadas. ¿Quién hubiera pensado que nuestro Mesías redimiría al mundo al ser crucificado? ¿Qué lección podemos sacar con nosotros de la celebración de hoy? Aquí está: Si desea permanecer cerca de Dios y está listo para reconocer y recibir su plan para su vida, no hay mejor manera que tener el crucifijo siempre a la vista. Así como el ministerio público del Señor comenzó con su bautismo, así también, su vida en Cristo comenzó en su bautismo. Y así como él logró tu salvación en la Cruz, también será segura tu salvación al aferrarte a esa misma Cruz.