While Jesus was speaking, an official came forward, knelt down before him, and said, “My daughter has just died. But come, lay your hand on her, and she will live.” Jesus rose and followed him, and so did his disciples. A woman suffering hemorrhages for twelve years came up behind him and touched the tassel on his cloak. She said to herself, “If only I can touch his cloak, I shall be cured.” Jesus turned around and saw her, and said, “Courage, daughter! Your faith has saved you.” And from that hour the woman was cured.
When Jesus arrived at the official’s house and saw the flute players and the crowd who were making a commotion, he said, “Go away! The girl is not dead but sleeping.” And they ridiculed him. When the crowd was put out, he came and took her by the hand, and the little girl arose. And news of this spread throughout all that land.
HOMILY
No matter how we approach Jesus, it must always be with faith.
In today’s gospel we see two people approach Jesus in two different ways and with two different needs. The synagogue official approached Jesus on behalf of his dying daughter, while the woman approached him on her own behalf. In addition, their respective ways of approaching the Lord were quite different. The synagogue official approached the Lord publicly, and spoke about his need in front of the entire crowd. The woman approached him secretly, carefully touching the fringe of his cloak, and speaking only to herself. What we learn from these two encounters is that our own approach to Jesus will always be unique, because our situations and our needs will be unique. But one thing that is shared between these two people is their faith. What this means for us is that no matter how we approach Jesus, it must always be with faith. Both the synagogue official and the woman were people of faith even though they expressed their faith differently. In the same way, our faith, which brings us together as a community, does not suppress our individuality. Jesus responded warmly to both the synagogue official and the woman, and he will certainly respond to us in the same way if we bring him the same thing they did—an abundant faith.
No matter how we approach Jesus, it must always be with faith.
TIEMPO ORDINARIO ~ CICLO B-1
LUNES de la DÉCIMA CUARTA SAMANA
EVANGELIO
Mateo 9, 18-26
En aquel tiempo, mientras Jesús hablaba, se le acercó un jefe de la sinagoga, se postró ante él y le dijo: “Señor, mi hija acaba de morir; pero ven tú a imponerle las manos y volverá a vivir”. Jesús se levantó y lo siguió, acompañado de sus discípulos. Entonces, una mujer que padecía flujo de sangre desde hacía doce años, se le acercó por detrás y le tocó la orilla del manto, pues pensaba: “Con sólo tocar su manto, me curaré”. Jesús, volviéndose, la miró y le dijo: “Hija, ten confianza; tu fe te ha curado”. Y en aquel mismo instante quedó curada la mujer.
Cuando llegó a la casa del jefe de la sinagoga, vio Jesús a los flautistas, y el tumulto de la gente y les dijo: “Retírense de aquí. La niña no está muerta; está dormida”. Y todos se burlaron de él. En cuanto hicieron salir a la gente, entró Jesús, tomó a la niña de la mano y ésta se levantó. La noticia se difundió por toda aquella región.
HOMILÍA
No importa cómo nos acerquemos a Jesús, siempre debe ser con fe.
En el evangelio de hoy vemos a dos personas acercarse a Jesús de dos maneras diferentes y con dos necesidades diferentes. El funcionario de la sinagoga se acercó a Jesús en nombre de su hija moribunda, mientras que la mujer se acercó a él en su propio nombre. Además, sus respectivas formas de acercarse al Señor eran bastante diferentes. El funcionario de la sinagoga se acercó al Señor públicamente y habló sobre su necesidad frente a toda la multitud. La mujer se acercó a él en secreto, tocando con cuidado el borde de su capa y hablando solo para sí misma. Lo que aprendemos de estos dos encuentros es que nuestro propio acercamiento a Jesús siempre será único, porque nuestras situaciones y nuestras necesidades serán únicas. Pero una cosa que comparten estas dos personas es su fe. Lo que esto significa para nosotros es que no importa cómo nos acerquemos a Jesús, siempre debe ser con fe. Tanto el funcionario de la sinagoga como la mujer eran personas de fe, aunque expresaban su fe de manera diferente. Del mismo modo, nuestra fe, que nos une como comunidad, no suprime nuestra individualidad. Jesús respondió cálidamente tanto al funcionario de la sinagoga como a la mujer, y ciertamente nos responderá de la misma manera si le traemos lo mismo que ellos hicieron: una fe abundante.
No importa cómo nos acerquemos a Jesús, siempre debe ser con fe.