The tax collectors and sinners were all drawing near to listen to Jesus, but the Pharisees and scribes began to complain, saying, “This man welcomes sinners and eats with them.” So Jesus addressed this parable to them. “What man among you having a hundred sheep and losing one of them would not leave the ninety-nine in the desert and go after the lost one until he finds it? And when he does find it, he sets it on his shoulders with great joy and, upon his arrival home, he calls together his friends and neighbors and says to them, ‘Rejoice with me because I have found my lost sheep.’ I tell you, in just the same way there will be more joy in heaven over one sinner who repents than over ninety-nine righteous people who have no need of repentance.
“Or what woman having ten coins and losing one would not light a lamp and sweep the house, searching carefully until she finds it? And when she does find it, she calls together her friends and neighbors and says to them, ‘Rejoice with me because I have found the coin that I lost.’ In just the same way, I tell you, there will be rejoicing among the angels of GΘD over one sinner who repents.”
HOMILY
There is more joy in heaven over one sinner who repents than over ninety-nine righteous people who have no need of repentance.
Many of the Lord’s words were spoken at the dinner table of his wealthy hosts. The two parables he tells in today’s gospel were offered there. Each one concludes with someone who has happily retrieved lost items and then invites friends and neighbors to rejoice with them. Happy occasions like these are compared with the joy in heaven over one sinner who repents, which is actually a greater joy than over the ninety-nine righteous ones who have no need to repent.
Each of us is reflected both in the ninety-nine sheep that are always there and countable, and also in the lost sheep that wanders off and is reluctant to live under its master’s control. We have ideas and talents that we understand and try to use. We’re proud of them, and often get credit for them. This is the ninety-nine percent of ourselves that has “no need to repent.” But what about the one percent in us that represents an unruly talent or a certain characteristic that is shameful?
The two parables today assure us that the lost sheep and the lost coin in each of us can be found. We have to leave aside the ninety-nine other aspects of ourselves and seek this one special thing. Are we ready and willing to light a lamp and sweep diligently the house of our existence until we discover the lost coin? With this in mind we can also recall the gospel warning about judging our neighbor. We judge from the evidence we see; but what we see may not be the full story. Our judgment seldom takes into account the great potential of the lost sheep or the lost coin. Only when the lost one is found is the picture finally complete. Jesus wants all of us to share in his work, never ceasing to care for those who find themselves outside the margins, the lost ones that he came to find.
There is more joy in heaven over one sinner who repents than over ninety-nine righteous people who have no need of repentance.
ACT of SPIRITUAL COMMUNION
O my Jesus,
I believe that You are present in the Most Holy Sacrament. I love You above all things, and I desire to receive You into my soul. Since I cannot at this moment receive You sacramentally, come at least spiritually into my heart. I embrace You as if You were already there, and I unite myself wholly to You. Never permit me to be separated from You. Amen.
TIEMPO ORDINARIO
JUEVES de la TRIGÉSIMO PRIMER SEMANA ~ 2020
EVANGELIO
Lucas 15, 1-10
En aquel tiempo, se acercaban a Jesús los publicanos y los pecadores a escucharlo; por lo cual los fariseos y los escribas murmuraban entre sí: “Este recibe a los pecadores y come con ellos”. Jesús les dijo entonces esta parábola: “¿Quién de ustedes, si tiene cien ovejas y se le pierde una, no deja las noventa y nueve en el campo y va en busca de la que se le perdió hasta encontrarla? Y una vez que la encuentra, la carga sobre sus hombros, lleno de alegría y al llegar a su casa, reúne a los amigos y vecinos y les dice: ‘Alégrense conmigo, porque ya encontré la oveja que se me había perdido’. Yo les aseguro que también en el cielo habrá más alegría por un pecador que se arrepiente, que por noventa y nueve justos, que no necesitan arrepentirse.
¿Y qué mujer hay, que si tiene diez monedas de plata y pierde una, no enciende luego una lámpara y barre la casa y la busca con cuidado hasta encontrarla? Y cuando la encuentra, reúne a sus amigas y vecinas y les dice: ‘Alégrense conmigo, porque ya encontré la moneda que se me había perdido’. Yo les aseguro que así también se alegran los ángeles de DIΘS por un solo pecador que se arrepiente”.
HOMILÍA
Hay más gozo en el cielo por un pecador que se arrepiente que por noventa y nueve justos que no necesitan arrepentimiento.
Muchas de las palabras del Señor se pronunciaron en la mesa de la cena de sus ricos anfitriones. Allí se ofrecieron las dos parábolas que cuenta en el evangelio de hoy. Cada uno concluye con alguien que ha recuperado felizmente los artículos perdidos y luego invita a amigos y vecinos a regocijarse con ellos. Las ocasiones felices como estas se comparan con el gozo en el cielo por un pecador que se arrepiente, que en realidad es un gozo mayor que por los noventa y nueve justos que no tienen necesidad de arrepentirse.
Cada uno de nosotros se refleja tanto en las noventa y nueve ovejas que siempre están ahí y son contables, como también en la oveja perdida que se aleja y se resiste a vivir bajo el control de su amo. Tenemos ideas y talentos que entendemos y tratamos de utilizar. Estamos orgullosos de ellos y, a menudo, obtenemos crédito por ellos. Este es el noventa y nueve por ciento de nosotros mismos que "no tiene necesidad de arrepentirse". Pero, ¿qué pasa con el uno por ciento en nosotros que representa un talento rebelde o cierta característica que es vergonzosa?
Las dos parábolas de hoy nos aseguran que se puede encontrar la oveja perdida y la moneda perdida en cada uno de nosotros. Tenemos que dejar de lado los otros noventa y nueve aspectos de nosotros mismos y buscar esta cosa especial. ¿Estamos listos y dispuestos a encender una lámpara y barrer diligentemente la casa de nuestra existencia hasta que descubramos la moneda perdida? Con esto en mente, también podemos recordar la advertencia del evangelio sobre juzgar a nuestro prójimo. Juzgamos por la evidencia que vemos; pero lo que vemos puede que no sea la historia completa. Nuestro juicio rara vez tiene en cuenta el gran potencial de la oveja perdida o la moneda perdida. Solo cuando se encuentra el perdido, la imagen finalmente se completa. Jesús quiere que todos compartamos su trabajo, sin dejar de preocuparnos por aquellos que se encuentran fuera de los márgenes, los perdidos que él vino a buscar.
Hay más gozo en el cielo por un pecador que se arrepiente que por noventa y nueve justos que no necesitan arrepentimiento.
El ACTO de COMUNIÓN ESPIRITUAL
Oh Jesús mío,
Creo que estás presente en el Santísimo Sacramento. Te amo por encima de todas las cosas y deseo recibirte en mi alma. Como no puedo recibirte en este momento sacramentalmente, entra al menos espiritualmente en mi corazón. Te abrazo como si ya estuvieras allí, y me uno completamente a ti. Nunca permitas que me separe de ti. Amén.