ORDINARY TIME ~ CYCLE B-1 WEDNESDAY of the SIXTEENTH WEEK
GOSPEL Matthew 13:1-9 On that day, Jesus went out of the house and sat down by the sea. Such large crowds gathered around him that he got into a boat and sat down, and the whole crowd stood along the shore. And he spoke to them at length in parables, saying: “A sower went out to sow. And as he sowed, some seed fell on the path, and birds came and ate it up. Some fell on rocky ground, where it had little soil. It sprang up at once because the soil was not deep, and when the sun rose it was scorched, and it withered for lack of roots. Some seed fell among thorns, and the thorns grew up and choked it. But some seed fell on rich soil, and produced fruit, a hundred or sixty or thirtyfold. Whoever has ears ought to hear.”
HOMILY
Some seed fell on rich soil, and produced fruit, a hundred or sixty or thirtyfold. Whoever has ears ought to hear.
Today we begin the first of a series of parables from Matthew’s gospel. The Lord’s parables often end with a clear message that invites us to reflect on our commitment to living a life of faith in GΘD, and today’s parable is no exception. Comparing the text from Exodus with today’s parable, we see clearly two different views of how GΘD interacts with his people. In Exodus, he intervenes by signs and wonders, while in the parable, he works quietly as he turns the farmer’s hard work into a fruit-ful harvest. After leaving Egypt the Israelites began complaining about not having enough to eat. Many of them were even considering going back to Egypt even though it meant becoming slaves once again—but at least they would have plenty to eat! After all, why would we risk going on a perilous journey that ultimately leads to freedom if it demands that we travel through an unforgiving and hostile desert? Sadly, too often we let our personal comfort decide what path we’re willing to take in life. But in his great mercy, GΘD responded to the grumbling of the Israelites with the miracle of the manna and the quail. In the parable of the sower Jesus draws our attention to the certainty of a rich harvest that will yield a hundred or sixty or thirty-fold. It’s interesting to note that not only does the natural process of sowing, and growing, and harvesting contrast with the sudden appearance of manna and quail in the desert, but the Lord’s parable insists on the virtue of waiting. The people in the desert wanted instant gratification and rejected the slow and perilous journey through the desert. What a contrast Jesus offers us today not only in the parable of sower, but in his willingness to leave the glories of heaven to take a perilous jour-ney through the desert of this world—a journey that was filled with deprivations, sufferings, and ultimately death. His example teaches us never to be afraid of the journey he has designed for us, because if we persevere in it, we will reap an abun-dant harvest.
Some seed fell on rich soil, and produced fruit, a hundred or sixty or thirtyfold. Whoever has ears ought to hear.
TIEMPO ORDINARIO ~ CICLO B-1 MIÉRCOLES de la DÉCIMA SEXTA SAMANA
EVANGELIO Mateo 13, 1-9 Un día salió Jesús de la casa donde se hospedaba y se sentó a la orilla del mar. Se reunió en torno suyo tanta gente, que él se vio obligado a subir a una barca, donde se sentó, mientras la gente permanecía en la orilla. Entonces Jesús les habló de muchas cosas en parábolas y les dijo: “Una vez salió un sembrador a sembrar, y al ir arrojando la semilla, unos granos cayeron a lo largo del camino; vinieron los pájaros y se los comieron. Otros granos cayeron en terreno pedregoso, que tenía poca tierra; ahí germinaron pronto, porque la tierra no era gruesa; pero cuando subió el sol, los brotes se marchitaron, y como no tenían raíces, se secaron. Otros cayeron entre espi-nos, y cuando los espinos crecieron, sofocaron las plantitas. Otros granos cayeron en tierra buena y dieron fruto: unos, ciento por uno; otros, sesenta; y otros, treinta. El que tenga oídos, que oiga”.
HOMILÍA
Otros granos cayeron en tierra buena y dieron fruto: unos, ciento por uno; otros, sesenta; y otros, treinta. El que tenga oídos, que oiga.
Hoy comenzamos la primera de una serie de parábolas del evangelio de Mateo. Las parábolas del Señor a menudo terminan con un mensaje claro que nos invita a refle-xionar sobre nuestro compromiso de vivir una vida de fe en DIΘS, y la parábola de hoy no es una excepción. Al comparar el texto del Éxodo con la parábola de hoy, vemos claramente dos puntos de vista diferentes de cómo DIΘS interactúa con su pueblo. En Éxodo, interviene con señales y prodigios, mientras que en la parábola, trabaja en silencio mientras convierte el arduo trabajo del granjero en una cosecha fructífera. Después de salir de Egipto, los israelitas comenzaron a quejarse de que no tenían suficiente para comer. Muchos de ellos incluso estaban considerando regresar a Egipto a pesar de que eso significaba volverse esclavos una vez más, ¡pero al menos tendrían mucho para comer! Después de todo, ¿por qué arriesgarnos a em-prender un peligroso viaje que finalmente conduce a la libertad si exige que viajemos a través de un desierto hostil e implacable? Lamentablemente, con demasiada frecuen-cia dejamos que nuestra comodidad personal decida qué camino estamos dispuestos a tomar en la vida. Pero en su gran misericordia, DIΘS respondió a las quejas de los israelitas con el milagro del maná y las codornices. En la parábola del sembrador, Jesús llama nuestra atención sobre la certeza de una rica cosecha que dará ciento o sesenta o treinta veces más. Es interesante notar que no solo el proceso natural de sembrar, crecer y cosechar contrasta con la repentina aparición del maná y las codor-nices en el desierto, sino que la parábola del Señor insiste en la virtud de esperar. La gente del desierto quería una gratificación instantánea y rechazó el lento y peligroso viaje a través del desierto. Qué contraste nos ofrece Jesús hoy no solo en la parábola del sembrador, sino en su disposición a dejar las glorias del cielo para emprender un peligroso viaje a través del desierto de este mundo, un viaje que estuvo lleno de privaciones, sufrimientos y, en última instancia, la muerte. Su ejemplo nos enseña a no tener nunca miedo del viaje que nos ha diseñado, porque si perseveramos en él, cosecharemos una abundante cosecha.
Otros granos cayeron en tierra buena y dieron fruto: unos, ciento por uno; otros, sesenta; y otros, treinta. El que tenga oídos, que oiga.