Jesus took Peter, James and John and led them up a high mountain apart by themselves. And he was transfigured before them, and his clothes became dazzling white, such as no fuller on earth could bleach them. Then Elijah appeared to them along with Moses, and they were conversing with Jesus.
Then Peter said to Jesus in reply, ”Rabbi, it is good that we are here! Let us make three tents: One for you, one for Moses, and one for Elijah.” He hardly knew what to say, they were so terrified.
Then a cloud came, casting a shadow over them; from the cloud came a voice, ”This is my beloved Son. Listen to him.”
Suddenly, looking around, they no longer saw anyone but Jesus alone with them.
As they were coming down from the mountain, he charged them not to relate what they had seen to anyone, except when the Son of Man had risen from the dead. So they kept the matter to themselves,
questioning what rising from the dead meant.
The Gospel of the Lord.
Homily: Jesus wants us to be transfigured too!
Today, on this Second Sunday of Lent, the Church offers us the account of the Transfiguration of the Lord. It doesn’t matter which liturgical cycle we’re in, whether it’s A, B, or C, we always read the account of the Transfiguration on the Second Sunday of Lent. I’ll explain why in a minute, but first, I want to make refer-ence to the Greek word I offered you last Sunday: metanoia. As I told you last week, this word is usually translated as either repent-ance or conversion, and carries with it the idea of “a revolution or transformation of the mind.” So if last Sunday we got to see what the power of transformation looks like on the inside, this Sunday we get to see what it looks like on the outside, because all who follow Christ are destined for both interior and exterior transfiguration. That’s why the Church offers us this truth every Second Sunday of Lent. That’s why the Church offers us this truth every August 6, when we celebrate the Feast of the Transfiguration. That’s why the Church offers us this truth every time we pray the Fourth Luminous Mystery of the Holy Rosary. As you can clearly see, the Trans-figuration, then, is not just about Jesus; it’s also about you and me.
Now at the risk of stating the obvious, I just want to remind you that you can’t have any significant exterior transformation without first submitting yourself to interior transformation. That’s why metanoia will always be the crucial first step in the whole process of trans-formation. Unfortunately, many of us try to skip this first step and go directly to the exterior things, like attending Mass, feeding the hungry, sheltering the homeless, visiting the sick, etc. As vital and important as these ministries are, they must first be built on a solid foundation of interior spirituality that has been brought about by submitting to the power of metanoia, a transformation of the mind and heart. To emphasize just how important this first step is, let me offer you the following personal true story.
One morning several years ago here at St. Ann, I went into the break room for a cup of coffee. Right away I noticed something in the trashcan—a small broken branch that came from one of the office plants. Since the discarded branch still looked healthy and beautiful, I took it home to see if I could get it to grow. I put it in a vase full of water and waited, and waited and waited. Days went by, then weeks. The weeks then turned into months, and still I couldn’t see anything happening with this little branch. On several occasions I thought about just throwing it out, but what stopped me was this realization: Although the plant wasn’t growing, it wasn’t dying either. It remained fresh and green the whole time. Okay, I thought, I’ll just have a little more patience and see what happens. Then one day, about two and half months after putting it into the water, I notice little protrusions at the base of the branch. These turned out to be the beginnings of a root system. After a couple of more weeks the root system grew into an amazing net of roots. Soon afterward I planted Charlene—yes, I named her Charlene—in a beautiful pot that I found at Walmart, and she’s been growing strong ever since. Oh, and I’m happy to report that two months ago, Charlene gave birth to beautiful baby boy named Charlie, and they’re both doing just fine!
What I learned from this experience is this: First, we have to build our lives below the surface, in the dark, secret, and quiet places of our hearts and minds before we can build above the surface. This process takes a lot of time, so we shouldn’t get impatient or dis-couraged. We will grow, and we will be transformed if we just patiently cooperate with God. Remember this: Although the dis-ciples wanted to stay on the mountaintop of transfiguration, Jesus wouldn’t let them. Why? Because he knew that first they had to be transformed in the valley of tears and sorrows. First comes Lent, then Easter. First, comes the crown of thorns, then the crown of gold. Jesus wants us to be transfigured just like him, but first comes the cross, then the transfigured glory of the resurrection!
Español
Evangelio: Marcos 9, 2-10
Lectura del santo Evangelio según san Marcos
En aquel tiempo, Jesús tomó aparte a Pedro, a Santiago y a Juan, subió con ellos a un monte alto y se transfiguró en su presencia. Sus vestiduras se pusieron esplendorosamente blancas, con una blancura que nadie puede lograr sobre la tierra. Después se les aparecieron Elías y Moisés, conversando con Jesús.
Entonces Pedro le dijo a Jesús: “Maestro, ¡qué a gusto estamos aquí! Hagamos tres chozas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías”. En realidad no sabía lo que decía, porque estaban asustados.
Se formó entonces una nube, que los cubrió con su sombra, y de esta nube salió una voz que decía: “Éste es mi Hijo amado; escúchenlo”.
En ese momento miraron alrededor y no vieron a nadie sino a Jesús, que estaba solo con ellos.
Cuando bajaban de la montaña, Jesús les mandó que no contaran a nadie lo que habían visto, hasta que el Hijo del hombre resucitara de entre los muertos. Ellos guardaron esto en secreto, pero discutían entre sí qué querría decir eso de ‘resucitar de entre los muertos’.
Palabra del Señor.
Homilía: ¡Jesús también quiere que seamos transfigurados!
Hoy, en este segundo domingo de Cuaresma, la Iglesia nos ofrece el relato de la Transfiguración del Señor. No importa en qué ciclo litúrgico nos encontremos, ya sea A, B o C, siempre leemos el relato de la Transfiguración en el segundo domingo de Cuaresma. Explicaré por qué en un minuto, pero primero, quiero hacer referencia a la palabra griega que te ofrecí el domingo pasado: metanoia. Como te dije la semana pasada, esta palabra generalmente se traduce como arrepentimiento o conversión, y lleva consigo la idea de “una revolución o transformación de la mente”. Así que si el domingo pasado llegamos a ver cómo se ve el poder de la transformación en el interior, este domingo podemos ver cómo se ve en el exterior, porque todos los que siguen a Cristo están destinados a la transfiguración interior y exterior. Es por eso que la Iglesia nos ofrece esta verdad cada segundo domingo de Cuaresma. Es por eso que la Iglesia nos ofrece esta verdad cada 6 de agosto, cuando celebramos la Fiesta de la Transfiguración. Es por eso que la Iglesia nos ofrece esta verdad cada vez que rezamos el Cuarto Misterio Luminoso del Santo Rosario. Como puedes ver claramente, la Transfiguración, entonces, no es solo acerca de Jesús; también se trata de usted y de mí.
Ahora a riesgo de decir lo obvio, solo quiero recordarle que no puede tener ninguna transformación exterior significativa sin antes someterse a la transformación interior. Es por eso que la metanoia siempre será el primer paso crucial en todo el proceso de transformación. Desafortunadamente, muchos de nosotros tratamos de omitir este primer paso e ir directamente a las cosas exteriores, como asistir a la Misa, alimentar a los hambrientos, dar refugio a las personas sin hogar, visitar a los enfermos, etc. Por vital e importante que estos ministerios sean, primero deben ser construida sobre una base sólida de espiritualidad interior que se ha logrado al someterse al poder de la metanoia, una transformación de la mente y el corazón. Para enfatizar lo importante que es este primer paso, permítame ofrecerle la siguiente historia verdadera personal.
Una mañana hace varios años aquí en Santa Ana, entré a la sala de descanso para tomar una taza de café. Inmediatamente noté algo en el bote de basura, una pequeña rama rota que venía de una de las plantas de la oficina. Como la rama descartada todavía se veía saludable y hermosa, la llevé a casa para ver si podía hacer que creciera. Lo puse en un jarrón lleno de agua y esperé, y esperé y esperé. Pasaron los días, luego semanas. Las semanas se convirtieron en meses, y todavía no podía ver nada sucediendo con esta pequeña rama. En varias ocasiones pensé en tirarlo, pero lo que me detuvo fue esta comprensión: aunque la planta no estaba creciendo, tampoco estaba muriendo. Se mantuvo fresco y verde todo el tiempo. De acuerdo, pensé, tendré un poco más de paciencia y veré qué pasa. Entonces, un día, unos dos meses y medio después de ponerlo en el agua, noto pequeñas protuberancias en la base de la rama. Estos resultaron ser el comienzo de un sistema raíz. Después de un par de semanas más, el sistema de raíces se convirtió en una increíble red de raíces. Poco después planté a Charlene—sí, la llamé Charlene—en una hermosa maceta que encontré en Walmart, y desde entonces ha estado fortaleciéndose. Ah, y estoy feliz de informarles que hace dos meses, Charlene dio a luz al hermoso bebé llamado Charlie, ¡y madre e hijo están muy bien!
Lo que aprendí de esta experiencia es esta: Primero, tenemos que construir nuestras vidas debajo de la superficie, en los lugares oscuros, secretos y tranquilos de nuestros corazones y mentes antes de poder construir sobre la superficie. Este proceso lleva mucho tiempo, por lo que no debemos impacientarnos ni desanimarnos. Vamos a crecer, y seremos transformados si solo cooperamos pacientemente con Dios. Recuerda esto: aunque los discípulos querían permanecer en la cima de la montaña de la transfiguración, Jesús no los dejó. ¿Por qué? Porque él sabía que primero tenían que transformarse en el valle de lágrimas y tristezas. Primero viene la Cuaresma, luego la Pascua. Primero, viene la corona de espinas, luego la corona de oro. Jesús quiere que seamos transfigurados como él, pero primero viene la cruz, ¡luego la gloria transfigurada de la resurrección!