Lifting up his eyes to heaven, Jesus prayed, saying: “Holy Father, keep them in your name that you have given me, so that they may be one just as we are one. When I was with them I protected them in your name that you gave me, and I guarded them, and none of them was lost except the son of destruction, in order that the Scripture might be fulfilled. But now I am coming to you. I speak this in the world so that they may share my joy completely. I gave them your word, and the world hated them, because they do not belong to the world any more than I belong to the world. I do not ask that you take them out of the world but that you keep them from the Evil One. They do not belong to the world any more than I belong to the world. Consecrate them in the truth. Your word is truth. As you sent me into the world, so I sent them into the world. And I consecrate myself for them, so that they also may be consecrated in truth.”
HOMILY
Our prayer for others is an extension of our care for them; it is yet another form of service.
Despite all the difficulties facing the Church today, we are encouraged by the Lord to live joyfully, because Jesus fully intends for us to share in his joy. Trusting in him with all our hearts helps us to joyfully face whatever the future may bring. From the very beginning of his earthly ministry, Jesus has carefully watched over his disciples and protected them from all harm. Now his prayer on their behalf continues his loving care. His intercessory prayer is an extension of the many ways he had served them since they first began to follow him. In a similar way, our prayer for others is an extension of our care for them; it is yet another form of service. By his intercession for his disciples Jesus teaches us the value of all intercessory prayer. Since the time of Jesus, praying for others has always been at the heart of the Church’s prayer life. Paul prayed often for the churches he founded. Both Jesus and Paul were, of course, heirs to a Jewish tradition that greatly valued this form of prayer. When we pray for others we express the reality of our communion with them and with Christ.
Our prayer for others is an extension of our care for them; it is yet another form of service.
PASCUA ~ B
MIÉRCOLES de la SÉPTIMA SEMANA
EVANGELIO
Juan 17, 11-19
En aquel tiempo, Jesús levantó los ojos al cielo y dijo: “Padre santo, cuida en tu nombre a los que me has dado, para que sean uno, como nosotros. Cuando estaba con ellos, yo cuidaba en tu nombre a los que me diste; yo velaba por ellos y ninguno de ellos se perdió, excepto el que tenía que perderse, para que se cumpliera la Escritura. Pero ahora voy a ti, y mientras estoy aún en el mundo, digo estas cosas para que mi gozo llegue a su plenitud en ellos. Yo les he entregado tu palabra y el mundo los odia, porque no son del mundo, como yo tampoco soy del mundo. No te pido que los saques del mundo, sino que los libres del mal. Ellos no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. Santifícalos en la verdad. Tu palabra es la verdad. Así como tú me enviaste al mundo, así los envío yo también al mundo. Yo me santifico a mí mismo por ellos, para que también ellos sean santificados en la verdad”.
HOMILÍA
Nuestra oración por los demás es una extensión de nuestro cuidado por ellos; es otra forma de servicio.
A pesar de todas las dificultades que enfrenta la Iglesia hoy, el Señor nos anima a vivir con alegría, porque Jesús quiere que compartamos plenamente su alegría. Confiar en él con todo nuestro corazón nos ayuda a afrontar con alegría lo que nos depare el futuro. Desde el comienzo de su ministerio terrenal, Jesús ha vigilado cuidadosamente a sus discípulos y los ha protegido de todo daño. Ahora su oración a favor de ellos continúa con su amoroso cuidado. Su oración de intercesión es una extensión de las muchas formas en que les había servido desde que comenzaron a seguirlo. De manera similar, nuestra oración por los demás es una extensión de nuestro cuidado por ellos; es otra forma de servicio. Por su intercesión por sus discípulos, Jesús nos enseña el valor de toda oración de intercesión. Desde la época de Jesús, orar por los demás siempre ha estado en el corazón de la vida de oración de la Iglesia. Pablo oró a menudo por las iglesias que fundó. Tanto Jesús como Pablo eran, por supuesto, herederos de una tradición judía que valoraba mucho esta forma de oración. Cuando oramos por los demás, expresamos la realidad de nuestra comunión con ellos y con Cristo.
Nuestra oración por los demás es una extensión de nuestro cuidado por ellos; es otra forma de servicio.