GOSPEL Luke 3:1-6 In the fifteenth year of the reign of Tiberius Caesar, when Pontius Pilate was governor of Judea, and Herod was tetrarch of Galilee, and his brother Philip tetrarch of the region of Ituraea and Trachonitis, and Lysanias was tetrarch of Abilene, during the high priesthood of Annas and Caiaphas, the word of GΘD came to John the son of Zechariah in the desert. John went throughout the whole region of the Jor-dan, proclaiming a baptism of repentance for the forgiveness of sins, as it is written in the book of the words of the prophet Isaiah:
A voice of one crying out in the desert:
“Prepare the way of the Lord,
make straight his paths.
Every valley shall be filled
and every mountain and hill shall be made low.
The winding roads shall be made straight,
and the rough ways made smooth,
and all flesh shall see the salvation of GΘD.”
HOMILY
We must embrace the spiritual power that comes from the desert experience in order to receive the word of GΘD. Then we must share this word with everyone.
Today On this Second Sunday of Advent, we read these powerful words from the gospel: “The word of GΘD came to John the son of Zechariah in the wilderness; and he went into all the region about the Jordan, preaching a baptism of repentance for the forgiveness of sins” (Luke 3:2-3). In this short text we find the three steps necessary to transform anyone from lukewarmness to enthusiasm in the faith. The three steps are 1. John went into the desert; 2. the word of GΘD came to him; and 3. John left the desert and went about proclaiming the faith. We too must pass through these three stages in order to arrive at that place of love where we begin to live the life of faith with joy.
First, we go into the desert. The desert is a place of being alone with GΘD. We go into the desert when we take time off our normal job and our household occupation to be with GΘD in church, in prayer, in reading the word of GΘD. The desert has always be a powerful place where we encounter GΘD, and we must acknowledge the fact that we ourselves must take the first step to go into the desert to find GΘD.
Second, we wait for the word of GΘD to come to us. Once we open our hearts to him in the desert, he gladly comes and fills us up with his divine presence. When we take one step toward GΘD, he takes two steps toward us. At this stage GΘD takes the initiative to come to us, to fill us, to renew us, to transform us, to perfect us in his image. This is the stage that some people call being born again. When this happens, we have an intese desire to spend the whole day alone with GΘD in church, in prayer, in Bible reading. But just like John we must eventually leave the desert to live our lives and carry out our duties to our families and to society.
Third, we proclaim the Gospel to all we meet, not just by words, but by the way we live our lives. Having experienced the goodness of the Lord in our own lives, our next desire is to share this experience with others. It’s like we are wearing a tee-shirt with the inscription, “Wow, GΘD is great!” People look at us and see the joy and peace and serenity that radiates from us and they would like to be like us. They would like to be our friends. And then we can in turn help them by showing them the pathway into the desert, the place where they, in their turn, will encounter GΘD personally.
The experience of GΘD is like the experience of love. You can tell people about it but they will not understand what you are talking about until they themselves experience it. In the opening prayer for this Mass we said, “GΘD of power and mercy, open our hearts in welcome. Remove the things that hinder us from receiving Christ with joy.” But in order for this to happen, we must resolve in this season of Advent, to take the first step, to make room for GΘD, to make time for church, for prayer, and for hearing the word of GΘD.
We must embrace the spiritual power that comes from the desert experience in order to receive the word of GΘD. Then we must share this word with everyone.
ACT of SPIRITUAL COMMUNION
O my Jesus,
I believe that You are present in the Most Holy Sacrament. I love You above all things, and I desire to receive You into my soul. Since I cannot at this moment receive You sacramentally, come at least spiritually into my heart. I embrace You as if You were already there, and I unite myself wholly to You. Never permit me to be separated from You. Amen.
ADVIENTO ~ C-2 SEGUNDO DOMINGO
EVANGELIO Lucas 3, 1-6 En el año décimo quinto del reinado del César Tiberio, siendo Poncio Pilato procurador de Judea; Herodes, tetrarca de Galilea; su hermano Filipo, tetrarca de las regiones de Iturea y Traconítide; y Lisanias, tetrarca de Abilene; bajo el pontificado de los sumos sacerdotes Anás y Caifás, vino la palabra de DIΘS en el desierto sobre Juan, hijo de Zacarías. Entonces comenzó a recorrer toda la comarca del Jordán, predicando un bautismo de penitencia para el perdón de los pecados, como está escrito en el libro de las predicciones del profeta Isaías:
Ha resonado una voz en el desierto:
Preparen el camino del Señor,
hagan rectos sus senderos.
Todo valle será rellenado,
toda montaña y colina, rebajada;
lo tortuoso se hará derecho,
los caminos ásperos serán allanados
y todos los hombres verán la salvación de DIΘS.
HOMILÍA
Debemos abrazar el poder espiritual que proviene de la experiencia del desierto para recibir la palabra de DIΘS. Entonces debemos compartir esta palabra con todos.
Hoy en este segundo domingo de Adviento, leemos estas poderosas palabras del evangelio: “Vino la palabra de DIΘS a Juan, hijo de Zacarías, en el desierto; y fue por toda la región del Jordán, predicando el bautismo de arrepentimiento para perdón de pecados “(Lucas 3, 2-3). En este breve texto encontramos los tres pasos necesarios para transformar a cualquiera de la tibieza al entusiasmo en la fe. Los tres pasos son 1. Juan se fue al desierto; 2. la palabra de DIΘS vino a él; y 3. Juan dejó el desierto y se puso a proclamar la fe. Nosotros también debemos pasar por estas tres etapas para llegar a ese lugar de amor donde comenzamos a vivir la vida de fe con alegría.
Primero, nos adentramos en el desierto. El desierto es un lugar para estar a solas con DIΘS. Nos adentramos en el desierto cuando nos tomamos un tiempo libre de nuestro trabajo normal y de nuestra ocupación doméstica para estar con DIΘS en la iglesia, en oración, leyendo la palabra de DIΘS. El desierto siempre ha sido un lugar poderoso donde nos encontramos con DIΘS, y debemos reconocer el hecho de que nosotros mismos debemos dar el primer paso para ir al desierto y encontrar a DIΘS.
En segundo lugar, esperamos que nos llegue la palabra de DIΘS. Una vez que le abrimos nuestro corazón en el desierto, viene con alegría y nos llena de su divina presencia. Cuando damos un paso hacia DIΘS, él da dos pasos hacia nosotros. En esta etapa, DIΘS toma la iniciativa de venir a nosotros, llenarnos, renovarnos, transformarnos, perfeccionarnos a su imagen. Esta es la etapa que algunas personas llaman nacer de nuevo. Cuando esto sucede, tenemos un gran deseo de pasar todo el día a solas con DIΘS en la iglesia, en oración, en la lectura de la Biblia. Pero al igual que John, eventualmente debemos dejar el desierto para vivir nuestras vidas y cumplir con nuestros deberes para con nuestras familias y la sociedad.
En tercer lugar, proclamamos el Evangelio a todos los que nos encontramos, no solo con palabras, sino con la forma en que vivimos nuestras vidas. Habiendo experimentado la bondad del Señor en nuestras propias vidas, nuestro próximo deseo es compartir esta experiencia con otros. Es como si estuviéramos usando una camiseta con la inscripción: “¡Vaya, DIΘS es genial!” La gente nos mira y ve la alegría, la paz y la serenidad que irradiamos y les gustaría ser como nosotros. Les gustaría ser nuestros amigos. Y luego, a su vez, podemos ayudarlos mostrándoles el camino hacia el desierto, el lugar donde ellos, a su vez, se encontrarán con DIΘS personalmente.
La experiencia de DIΘS es como la experiencia del amor. Puedes contarle a la gente sobre esto, pero ellos no entenderán de qué estás hablando hasta que ellos mismos lo experimenten. En la oración de apertura de esta Misa dijimos: “DIΘS de poder y misericordia, abre nuestros corazones en bienvenida. Elimina las cosas que nos impiden recibir a Cristo con gozo”. Pero para que esto suceda, debemos resolver en esta temporada de Adviento, dar el primer paso, hacer espacio para DIΘS, hacer tiempo para la iglesia, para la oración y para escuchar la palabra de DIΘS.
Debemos abrazar el poder espiritual que proviene de la experiencia del desierto para recibir la palabra de DIΘS. Entonces debemos compartir esta palabra con todos.